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A veces, más importante que los hallazgos positivos, son los negativos

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En un brillante artículo publicado en El País el pasado día 24 de marzo (Una cita con la Parca), Jesús Mosterín confesaba valientemente haber sido operado de un mesotelioma pleural. Coincido con Angel Luis, en que Jesús Mosterín es, con toda probabilidad, una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo. Filósofo de reconocimiento internacional, autor de libros, artículos científicos y de divulgación, destaca por su activismo en favor de los animales (1-3). Jesús Mosterín es un entusiasta del estudio en general y del método científico en particular. Es un maestro en filosofía de la ciencia que continuamente nos recuerda la necesidad empírica de la observación de los hechos, frente a especulaciones teóricas, con independencia de quien procedan. Las especulaciones en filosofía son como las mutaciones en biología -dice-, solo persisten aquellas que resisten al proceso de selección natural. A lo largo de su trayectoria vital y profesional, otra de sus preocupaciones ha sido la de reducir la violencia en el mundo (4). El mesotelioma de Jesús Mosterin es el paradigma de la bala perdida que alcanzó al pacifista. Aunque el mensaje general de su reciente artículo se centra en la aceptación de la muerte como el fenómeno al que como ser vivo todos estamos abocados y no se percibe ni el más mínimo poso de victimismo, Jesús Mosterín nos regala con numerosos detalles sobre las causas de su enfermedad. Jesús Mosterín se ha sentido fascinando por los logros científicos en el descifrado del genoma humano. De hecho, antes que se manifestara clínicamente la letal enfermedad, su inherente curiosidad científica le llevo a encargar el estudio de su propio exoma (genes funcionalmente activos). Así descubrió que era portador de una mutación (G20210A), relacionada con una mayor predisposición a la formación de trombos. Este tipo de mutaciones se concentran en nuestra especie tras el proceso de selección natural: somos descendientes de grandes guerreros e intrépidos cazadores que sobrevivieron a la hemorragia de sus heridas, precisamente por disponer de eficaces mecanismos trombogénicos. A veces, más importante que los hallazgos positivos, son los negativos. De los polimorfismos de riesgo conocidos de mesotelioma, solamente la mutación BAP1 es relevante en la susceptibilidad genética para esta enfermedad. Es evidente que Jesús Mosterín no presenta mutación de BAP1 en línea germinal ya que de lo contrario también la habría citado como hizo con la G20210A y no habría hablado de “un riesgo no previsto en los genes” al referirse a la exposición al amianto que hay detrás de su mesotelioma. Jesús Mosterín nos cuenta que de niño y durante 2 veranos, estuvo expuesto porque junto a su casa había una modesta fábrica de amianto, y por sus puertas siempre abiertas entraba con otros chavales de vez en cuando a jugar. También nos relata una segunda exposición, ya en su edad adulta, cuando pasó el curso 1992-1993 en el Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Cualquiera de las 2 exposiciones por si solas, bastaría para provocar un mesotelioma, pero resulta más probable la responsabilidad de la segunda exposición. Aunque hay mesoteliomas documentados con periodos de latencia de 60 años y más, por lo general no suele exceder de 40 años tras una exposición infantil (5). Los edificios del sector terciario, como hospitales, escuelas y centros comerciales, entre otros, son aquellos que con mayor probabilidad han incorporado amianto en sus materiales de construcción (6). En EEUU, en los años 90 del pasado siglo se predijeron hasta 1000 muertes prematuras por cáncer de pulmón y mesotelioma, en la población que durante su infancia asistió a escuelas con amianto en sus paredes (7). En España cada vez es mayor la concienciación del problema que representa el amianto todavía instalado en las escuelas. Pocos días después de la publiación del artículo “Un cita con la Parca” en El País, Ricardo Torregrosa (presidente de APENA), argumentaba en una “carta al director” del mismo periódico, que las victimas del amianto son tan invisibles que ni siquiera Jesús Mosterín había sido capaz de verlas. Y efectivamente no se hace ninguna alusión al colectivo en el que por sorpresa ha quedado secuestrado nuestro eminente filósofo, pero no porque ignore al colectivo de víctimas, sencillamente porque el mensaje del artículo de prensa era otro muy diferente. De cualquiera de las multiples entrevistas que se han hecho a Jesús Mosterín en TV, emana tal raudal de sensibilidad para con el sufrimiento ajeno, que no queda duda alguna de la elevada dotación de neuronas espejo en el cerebro de este gran filósofo con vocación científica. Haciendo pública su enfermedad y las causas de la misma, Jesús Mosterín ha hecho mucho más por las víctimas del amianto de lo que pudiera imaginarse. Todo aquel quien le conozca y son muchos porque su fama no conoce fronteras, reconocerá en su rostro la tragedia del amianto. Fuente: www.medicablogs.diariomedico.com http://medicablogs.diariomedico.com/jmsanz/2015/04/08/jesus-mosterin-una-nueva-victima-del-amianto/

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