Un día, hará ya cuatro o cinco años, tuve unas de esas actuaciones profesionales en las que uno se siente ridículo e ineficaz e incluso inútil.
Lo recuerdo perfectamente, recibí una denuncia referente a unos trabajadores que en una finca estaban desmantelando una cubierta de fibrocemento sin ningún tipo de protección, la remitía el SEPRONA, caso extraño, según declaraban: “estaban trabajando sobre la cubierta sin cinturones de seguridad y (lo que curiosamente para ellos era lo mas importante), no tenían ninguna protección contra el amianto”.
Por supuesto di prioridad a la visita y dos días después estaba en el cuartel de la guardia civil de la localidad, me identifiqué y solícitos se dispusieron a llevarme hasta la finca, les di las gracias por la denuncia y les comenté que en con el tema de amianto había que ser ejemplarizante, proponer la paralización de la obra y además meterles todas las sanciones posibles.
Después de recorrer varios caminos que hacían difícil la localización, divisamos desde el coche una nave mucho mas grande de las normales para ganado en el medio rural, por la cubierta se veía claramente deambular a cuatro trabajadores sin ningún tipo de protección, estaban pillados, mínimo dos graves, trabajos el altura y amianto, mas las derivadas de la falta de documentación, la broma le puede salir a la empresa constructora seguro que mas de veinte mil euros -reflexione en voz alta-.
Aparcamos en la puerta de la nave y los cuatro trabajadores tranquilamente bajaron a nuestro encuentro.
Hicimos las presentaciones y el mayor de ellos que hacia las veces de encargado, me dijo -mire usted señor inspector, ha hecho usted un largo viaje en balde, los cuatro somos autónomos, pagamos nuestros seguros y con respecto a esas cosas de la prevención no tenemos ninguna obligación, (todo indicaba que tenían la lección muy aprendida), les pedí la afiliación y efectivamente eran autónomos contratados uno a uno por el propietario de la explotación agrícola.
Por mas vueltas que lo daba tenían razón, no podía hacer nada.
-Han trabajado ustedes otras veces con fibrocemento –les pregunté-
-Si -me dijeron- llevamos toda la vida haciendo tejaos, hemos montao miles de placas, y desde que salió la ley esa que ponía tan difícil trabajar con amianto, tenemos mucho mas trabajo, prácticamente solo nos dedicamos a la uralita, y mas aun desde que en la zona cayesen unos granizos como huevos de gallina que dejaron los tejados como coladores, -mire usted-esta misma nave, como otras muchas de la comarca, la hicimos nosotros hace solo ocho años y ha quedado totalmente inservible.
Acompañado por los guardias civiles y por ellos, dimos una vuelta por la nave, aquello era un desastre, el suelo estaba lleno de placas troceadas, dijeron que les era mas rápido romperlas que ir rompiendo uno a uno los ganchos, los intenté convencer de que lo que estaban habiendo era una temeridad tanto por la posibilidad de que se matasen al caerse desde la cubierta, (bastantes accidentes mortales había tenido que investigar a lo largo de mi carrera profesional por caída de cubiertas al romperse las placas de fibrocemento), o que las fibras de fibrocemento se les depositase en los pulmones y les matase en un periodo de tiempo mas largo, no hubo forma.
-Si hombre, ahora que tenemos trabajo vamos a andar con remilgos, nos están esperando seis naves mas y rezamos porque el próximo año vuelva el granizo con la misma fuerza que este año -dijeron partiéndose de risa- además toda la vida hemos estado subidos a tejaos nunca nos ha pasado nada, lo que hay que saber es donde pisar y nosotros sabemos.
Con las orejas gachas pedí a los guardias que me llevasen a mi coche que allí poco podía hacer, en el camino de vuelta prácticamente no hablamos, cuando llegamos al cuartel di todas las explicaciones posibles al responsable respecto a que los autónomos no son sancionables, estaba molesto había hecho una buena denuncia para nada y tenia que hacer su correspondiente informe, cuando nos despedimos dijo -poco importante debe ser lo de las uralitas, porque si fuese como dicen no se permitiría que nadie se matase-
Tenían razón, llegué de chulo y volví escarmentado, no había nada que hacer, los autónomos son prácticamente intocables en materia de prevención de riesgos, me fui dándole vueltas a mi cabeza sobre lo difícil que parece que es hacer una ley de eutanasia y lo fácil es hacer malos reales decretos como el del amianto que permiten que se pueda poner en peligro de muerte a trabajadores, aunque estos sean autónomos, y peor aun no reformarlos cuando se conoce el error de no haber incluido responsabilidades para los trabajadores autónomos y sobre todo, al que se beneficia de ellos y su salud, el promotor que los contrata y eso que era una directiva europea y solo había que trascribirla.
Traigo a colación esta desagradable anécdota porque hace unos días durante la investigación de un accidente grave coincidí con el responsable del puesto de la guardia civil de entonces, ahora sargento primero.
-No se acuerda usted de mi -me dijo-
-Perdone usted, pero la verdad son tantos accidentes y todos ustedes de uniforme, que me es difícil.
-Coincidimos en una nave que unos trabajadores autónomos estaban quitando el tejado de uralita.
-Claro que me acuerdo, usted me dijo algo así como esto de la uralita no será tan importante si se permite que los trabajadores se maten.
-Efectivamente, tiene usted memoria, -me contestó- y lo sigo pensando y mas aun después de que un tío del encargado con el que estuvimos aquel día me ha comentado, que su sobrino tiene los pulmones destrozados por la enfermedad del amianto y que dos de los otros tres tienen indicios, aunque todavía están bien. No dejo de pensar que si usted hubiese parado la obra eso no hubiese pasado.
-Eso fue… hace cuanto ¿Cuatro o cinco años verdad?
-Si, mas cinco que cuatro.
-Pues entonces seguro que la enfermedad ya la tenían, creo recordar que, según nos dijeron llevaban toda la vida poniendo uralitas y la enfermedad se detecta entre los diez y treinta años de la exposición, la putada fue no poder obligarles, como hubiese hecho con cualquier trabajador cuanta ajena, ha que se hiciesen un reconocimiento medico especifico que hubiese detectado la enfermedad y en estos casos el tiempo para una posible curación es oro.
-Pues si usted lo dice y además se queda tranquilo, así será –dijo alejándose de mi-.
Fuente: www.diario16.com
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