Hay un cierto parecido, lejano en sus orígenes entre los efectos causados por amianto (asbestos), mineral, cuya manipulación e inhalación sin la protección y precaución adecuadas, tiene efectos patológicos diversos, graves, y el Covid-19, causado por SARS-CoV-2, cuya trasmisión entre seres humanos se produce por vía aérea.
Uno de esos efectos comunes, aunque con distintas causas biológicas, son las graves patologías pulmonares, la causa más frecuente de fallecimiento en los dos casos. En el caso del COVID-19 el origen es un virus que causa una enfermedad respiratoria, y en el caso del mesotelioma pulmonar el origen es la inhalación de polvo del mineral cuyas microfibras cristalinas quedan instaladas en los pulmones, no se disuelven, y al cabo de los años generan cánceres específicos o neumoconiosis. Los dos causan también patologías en diversos órganos del cuerpo. Los dos están en suspensión en el aire y acceden por los mismos sistemas. Los agentes activos sin embargo actúan con diferentes métodos por ser esencialmente distintos. Uno es un agente biológico y actúa como tal y otro un agente físico, y actúa como tal aunque al final sus consecuencias son también biológicas al actuar sobre un organismo vivo. En el caso del amianto no existe trasmisión entre seres vivos, en tanto que el contagio entre humanos es el método más frecuente que utiliza el virus.
Han fallecido y fallecerán decenas de miles de personas en el mundo, mayoritariamente trabajadores, a causa del amianto. Para explicarnos la diferencia del impacto social entre uno y otro no debemos de recurrir exclusivamente a la medicina. Hemos de abordarlos desde el análisis político y social.
El origen posible del virus es medioambiental y el del amianto es una sustancia inorgánica mineral presente en la naturaleza, utilizada masivamente por el capitalismo con fines comerciales. Al contrario que el virus actual, el amianto viene siendo conocido y utilizado por el ser humano desde hace siglos. En sus viajes por la Ruta de la Seda, Marco Polo se refiere a él como “la lana de la salamandra”. Sus propiedades físicas, como aislante e ignífugo, han tenido múltiples aplicaciones en el mundo actual. Su abundancia en determinados países, su bajo coste, su adaptabilidad y su fácil tecnologización lo han extendido por todo el mundo, con múltiples aplicaciones. Su principal productor: Canadá.
Aunque ahora, a partir de la movilización contra su producción y sus consecuencias en los países más desarrollados, la producción se ha trasladado a otros países.
De ahí derivan sus diferencias para la sociología de la medicina y la salud humanas. Uno genera dinero en su explotación, otro lo genera en su eliminación. Uno se produce en un entorno social amplio y el otro en entornos laborales específicos. Las políticas sanitarias han sido y son claramente diferentes.
Sin embargo los efectos mortales para la salud de la inhalación del amianto fueron conocidos desde la primera mitad del siglo XX y toda una serie de grandes y conocidas empresas lo utilizaron hasta hoy. Se cuenta la anécdota de “el polvo de la inglesa” que viajando en un vagón de Renfe en España observó un hilillo de polvo que caía del techo, lo recogió, guardó y envió a analizar. Era amianto y lo denunció, con las sonrisitas correspondientes del personal. Muchos años después Renfe procedió al desamiantado de sus vagones, encargándoselo a una subcontrata. Mientras, los trabajadores de la empresa y los viajeros, estuvimos expuestos, desconociéndolo, a un grave riesgo. Metro de Madrid ha seguido el mismo camino recientemente.
Hace varios años el conocido dirigente gallego de CC.OO. y militante comunista Amor Deus murió después de largo sufrimiento por mesotelioma pulmonar producido por inhalación de amianto. Ahora le ha tocado a Rafael Pillado. Habían trabajado desde jóvenes en los astilleros de BAZAN en El Ferrol y sufrieron condena de varios años de cárcel por las movilizaciones en dicho centro de la industria naval el 10 de marzo 1972, en las que la intervención de la policía franquista produjo dos muertos del Comité de CC.OO., Amador Rey y Daniel Niebla, por disparos, y más de 50 heridos.
El amianto, y sus consecuencias para la salud, han recorrido una larga cadena de empresas de diversos sectores industriales y de construcción, múltiples zonas de nuestro país y un largo período de años durante el siglo XX. Una vez suspendida su comercialización e instalación en el año 2002, sigue manteniéndose su presencia en multitud de estructuras de construcción en uso actualmente. Con los riesgos consiguientes en su mantenimiento, desamiantación y almacenamiento como residuos.
Recientemente hemos conocido que el fallecimiento de José María Iñigo podría haber tenido por causa el amianto que han contenido durante años las instalaciones de TVE, en las que trabajó junto con decenas de compañeros.
Los entornos seguros y saludables que este año reivindica la OIT son el método más seguro para eliminar el amianto y sus consecuencias. La prohibición vigente hoy en España, la eliminación a través de una desamiantación controlada a través de empresas del RERA y el almacenamiento adecuado de sus residuos, son factores decisivos para evitar más sufrimiento y muerte.
Las lesiones laborales son una de las materializaciones contundentes de la contradicción principal en el capitalismo: la explotación cotidiana del trabajador por parte del capitalista para obtener el máximo beneficio. Es indiscutible que uno corre el riesgo en su salud y el otro obtiene el beneficio y como máximo el riesgo en su capital.
En un día como hoy es necesario poner nombres y caras que representan a miles que no tenemos espacio para incluir aquí. Posiblemente las muertes, lesiones y enfermedades con motivo del trabajo sigan siendo una trágica lacra social pero lo peor sería que permanecieran invisibles para la sociedad.
En nuestro país la visibilización de las consecuencias del Amianto para los trabajadores ha sido resultado de una larga y tenaz lucha, durante años, de sindicalistas de CC.OO., de abogados laboralistas, de unos pocos investigadores médicos y neumólogos, que contra las empresas transformadoras del producto primario, como Uralita, y las empresas que lo han utilizado, y sus abogados, jueces y médicos, han conseguido demostrar que la causa de las enfermedades era la exposición, sin medidas de formación, precaución con su eliminación, prevención y protección, a ese peligroso producto. De todo ese tiempo perdido y del sufrimiento y muerte de los trabajadores afectados la responsabilidad recae en los que, sabiéndolo, lo negaban. Legisladores, Gobiernos, Administraciones sanitarias, Tribunales Médicos, Mutuas de Accidentes, Servicios de Prevención, Inspectores, Magistrados, Médicos y Empresarios se negaron a admitir la evidencia durante años.
Un entorno de trabajo, seguro basado en el principio de precaución ante lo desconocido, en la prevención, la formación e información y protección en los lugares de trabajo, es este año el llamamiento de la OIT con motivo del Día Mundial de la Seguridad y Salud en el trabajo.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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