Con el comienzo de la revolución industrial, muchas centrales térmicas florecieron con el fin de dar suministro eléctrico a nuestro país. Hoy en día las centrales térmicas siguen siendo esenciales como fuente de energía, dando a nuestro país el suministro eléctrico y de calor que necesitan. Aunque los constructores de las primeras centrales reconocieron la importancia de asegurar la salud de los trabajadores debido a la gran cantidad de electricidad que allí se generaban, algunos otros riesgos permanecieron.

Debido a esa generación de grandes cantidades de electricidad, los primeros constructores de las centrales estaban concienciados con el riesgo del fuego. Por desgracia, el material que se usó para aislar las dependencias fue amianto, lo que supuso un riesgo para la salud de quienes entraron en contacto con él. En estos lugares el amianto quedó instalado en los equipos, la maquinaria y las tuberías haciéndolas más inmunes al fuego.

Las áreas que concretamente usaron el amianto en su instalación fueron las turbinas, los generadores, las tuberías, las válvulas, las juntas y las calderas. Además los techos, las paredes y los suelos frecuentemente usaron el amianto para protegerles internamente del fuego. Aunque muchas de estas antiguas plantas han sido remodeladas o actualizadas con modernos equipos, las turbinas y los generadores recubiertos de amianto se dejaron permitiendo que el mesotelioma fuera una amenaza que continua.

Las advertencias de los gobiernos en las últimas décadas han ayudado a eliminar estos peligros, ya que muchas de las plantas han remodelado o encapsulado los materiales con amianto. Sin embargo, estas remodelaciones o encapsulamientos no han hecho nada para aquellos que trabajaron en el pasado continuamente expuestos al amianto. El uso frecuente de este material en estas dependencias ha hecho  que actualmente haya un ratio elevado de mesoteliomas incluso entre los primeros trabajadores.